Reflexion: Caricaturas - C.H. Spurgeon
La nariz de un hombre constituye uno de sus rasgos más prominentes y así,
cuando se hace de él un retrato, es posible agrandarla de tal modo que los
ojos, la boca, y todo lo demás quedan reducidos a algo insignificante.
El retrato, entonces deja de serlo, y se convierte en una caricatura.
En forma parecida, es posible proclamar ciertas doctrinas importantes del
evangelio con tanta intensidad, que las demás de ellas quedan relegadas a la
sombra, y la predicación ya no es un anuncio del evangelio en su belleza
natural, sino una caricatura de la verdad. Y debo confesar que hay algunas
personas que parecen ser muy afectas a esta caricatura. — C.H. Spurgeon.
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